José Carmen Ortega Bermúdez "Carmelo" dos décadas de poder, control y sospechas en los módulos de riego de La Laguna
- Redacción

- hace 5 días
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Por más de veinte años, una misma figura ha orbitado en torno al agua, el dinero y el poder en la región lagunera de Durango. Su nombre es José Carmen Ortega Bermúdez, conocido como Carmelo Ortega un hombre que ha pasado de ser promotor agrícola a convertirse, según múltiples testimonios, en un símbolo de cómo los recursos del campo pueden ser secuestrados por intereses personales. Lo señalan ejidatarios, usuarios y excolaboradores. Lo acusan de manipular estatutos, apropiarse de apoyos federales y construir una red que ha monopolizado los módulos de riego, esos organismos que deberían pertenecer al pueblo, pero que en La Laguna parecen tener dueño.
El origen: una asociación y un engaño
Todo comenzó hace más de dos décadas, cuando Carmelo fundó una asociación agrícola llamada Manuel Murúa S.S.S., integrada por cerca de 500 socios ejidatarios. Prometía apoyos, créditos y proyectos productivos. Ortega Bermúdez se estableció como presidente por 20 años consecutivos, sabía que en ese puesto podía cimentar su impunidad. Al inicio, el entusiasmo fue grande. Pero pronto las promesas se convirtieron en deudas. Con los años, muchos de los socios quedaron endeudados y enlistados en el buró de crédito, después de que los apoyos obtenidos a nombre de la asociación se usaran sin transparencia. El proyecto, conocido por algunos como el despepite, terminó en manos de una empresa privada que lo recogió por incumplimiento. Los ejidatarios perdieron el respaldo, las tierras se quedaron sin crédito y José Carmen Ortega siguió adelante, intocable.
El salto a los módulos de riego
Tras el fracaso del despepito, Ortega Bermúdez encontró una nueva mina de poder: los módulos de riego, donde se administra el agua para los productores agrícolas. Desde entonces, aseguran los usuarios, ha mantenido un control casi absoluto. El patrón se repite: modificación de estatutos, asambleas manipuladas, planillas integradas sólo por su gente y una estructura cerrada que dificulta la entrada de voces nuevas.
“Lleva más de veinte años en lo mismo —dice uno de los agricultores afectados—. Cada elección, gana él o alguien de su grupo. Todo está diseñado para que nadie más pueda competirle”.
Los proyectos millonarios
Durante los gobiernos priistas, cuando los apoyos federales fluían sin tanto control, Carmelo Ortega supo aprovechar la oportunidad. Creó dos empresas de fachada: La Billetera SPR de RL y La Despreciada SPR de RL. En el papel, eran organizaciones del sector social; en la práctica, señalan los denunciantes, eran de su propiedad y la de su familia. A través de ellas, logró bajar millones de pesos en apoyos agrícolas a nivel nacional, colocándose entre los mayores beneficiarios del país. El caso más sonado fue el de los 100 mega estanques prometidos para usuarios del módulo de riego. De los cien proyectados, sólo diez se construyeron, y de esos, únicamente tres funcionan actualmente. El resto del dinero —afirman los testimonios— se perdió en el camino. José Carmen Ortega habría comprado maquinaria con recursos del proyecto, pero la utilizó para fines personales, dejando abandonadas las obras y frustrando a cientos de productores.

El negocio del chile y las comisiones invisibles
Cuando el ciclo de apoyos comenzó a agotarse, Carmelo lanzó un nuevo proyecto: los cultivos alternativos de chile. Convocó de nuevo a productores del sector social, prometiendo ganancias seguras. Pero lo que siguió, según los testimonios, fue otra historia de abuso. A cada participante le cobraba un porcentaje por planta, otro por fertilizante, otro por kilo producido y otro más por comercialización. “Al final, muchos quedamos tablas o en pérdida. Él era el único que ganaba siempre”, relata un productor de Nazas.Lo que parecía un impulso a la agricultura local se convirtió en un esquema de extracción sistemática de dinero bajo la apariencia de cooperación.
El control absoluto
Carmelo entendió que el verdadero poder no estaba en los cultivos, sino en el agua. Durante más de dos décadas ha sido parte de las directivas de los módulos de riego, siempre desde dentro, siempre rodeado de su gente. Quienes intentan competir, terminan marginados, amenazados o —como aseguran algunos testimonios— agredidos. En una ocasión, al intentar revisar las cuentas del módulo, varios usuarios denunciaron haber sido intimidados y golpeados. Uno de ellos presentó una denuncia por agresión, pero el caso nunca prosperó.
“Él tiene control de las policías, de las oficinas, de todo”, afirma un productor de San Jacinto. “Pagó para callar a muchos”.
El borrado de las deudas
Uno de los episodios más turbios ocurrió cuando Carmelo Ortega fue acusado de entrar a las oficinas del módulo y sustraer las computadoras con los registros de adeudos. Días después, los archivos desaparecieron y, mágicamente, ya no aparecían los pasivos en los sistemas. Con eso, varios productores afirman que Carmelo borró su propia deuda y la de su círculo cercano, dejando en la incertidumbre a quienes sí pagaban sus cuotas. Nadie lo investigó. El silencio oficial cubrió el hecho, como tantas veces antes.
Los enfrentamientos y la violencia
En enero de 2020, José Carmen "Carmelo" Ortega, acusó al Notario Público Octaviano Rendón Arce de haber hecho doble acta de asamblea. Carmelo no solamente no reconoció la derrota, además organizó un acto público de extorsión en la Subsecretaría de Gobierno. Cuando "Carmelo" Ortega ingresó con mas personas, comenzó a insultar a los que estaban presentes, acusándolos de corrupción y ser ex presidiarios, de no ser socios del ejido como tampoco de la pequeña propiedad.
Posteriormente pidió que no deberían permitir que estas personas siguieran en este mesa y los convocó a "sacarlos a patadas", fue cuando comenzó el alboroto dentro de la sala de juntas de la Casa de Gobierno.
Los años de dominio no han estado exentos de conflicto. En repetidas ocasiones, grupos de agricultores han intentado recuperar el control legal de los módulos, convocando a asambleas y elecciones transparentes. Pero las historias terminan igual: amenazas, golpes, denuncias sin seguimiento. Hace apenas unos meses, un grupo de opositores reportó que su casa fue baleada después de confrontar a Carmelo por el manejo de recursos. Otros productores aseguran haber sido “visitados” por desconocidos que les advirtieron “dejar las cosas como están”. En redes sociales circulan videos y fotografías de estos hechos, junto a exigencias de destitución que han llegado incluso a medios nacionales.
Estas imágenes corresponden al ataque armado orquestado por José Carmen Ortega Bermúdez a un domicilio particular ubicado en el ejido 6 de Octubre. En el ataque, "Carmelo" Ortega encañonó a un joven recargando el arma en su cabeza. Ese 20 de abril de 2022 hubo siete detenidos, poco tiempo después, quedaron en libertad. Ortega Bermúdez había comprado a la autoridad.
La herencia del poder
Más allá de los proyectos fallidos y los millones perdidos, lo que preocupa a los productores es el sistema que Carmelo Ortega dejó instalado. Su grupo controla las asambleas, los contratos, los recursos y las decisiones clave de los módulos. Los nuevos líderes, dicen, son sólo extensiones de su voluntad.
“Es como un cacicazgo moderno —explica un exdirectivo que pidió el anonimato—. No necesita aparecer, todo se mueve por debajo. Él decide quién entra y quién sale”.
Esa estructura, tejida durante dos décadas, ha logrado sobrevivir a los cambios de gobierno, a las auditorías simuladas y a los intentos de renovación. Los apoyos federales se redujeron, pero el control siguió intacto.
El daño al campo
Las consecuencias se sienten en toda la región. Productores que alguna vez confiaron en las promesas de Carmelo Ortega ahora enfrentan deudas impagables, pozos abandonados y tierras improductivas. Los módulos, en lugar de ser una herramienta de organización colectiva, se han vuelto instrumentos de control político y económico.
El acceso al agua —recurso vital en La Laguna— depende muchas veces de la cercanía o distancia con el grupo de Carmelo Ortega. Los que se oponen, pierden turnos de riego; los que se alinean, obtienen beneficios.Así, el ciclo del abuso se mantiene.
El pasado que no se borra
El episodio del despepito aún resuena entre los viejos ejidatarios. Muchos recuerdan que José Carmen Ortega, "Carmelo", llegó como un gestor entusiasta, ofreciendo progreso. Años después, lo acusan de haber desviado cerca de 150 millones de pesos, dinero que nunca regresó al campo.
“Nos endeudó, nos borró del mapa y luego se fue a otro proyecto como si nada”, dice uno de los afectados.
Las denuncias fueron muchas, pero ninguna prosperó. El dinero, como el agua, se evaporó.
El presente y la impunidad
Hoy, mientras las autoridades prometen depurar los módulos y devolverlos a los productores, Carmelo sigue operando desde las sombras. Sus aliados continúan en los puestos clave, y los testimonios de abuso y desvío de recursos siguen acumulándose. En redes sociales y medios regionales se multiplican los llamados a investigar a fondo su papel, así como los vínculos con empresas y funcionarios que facilitaron su permanencia.
El caso de Carmelo Ortega no es sólo una historia local; es un reflejo de cómo el poder puede enquistarse en las estructuras más pequeñas del Estado, corrompiendo su propósito original.
Un sistema hecho a la medida
En el fondo, lo que Carmelo Ortega logró fue convertir la organización colectiva en una empresa personal. Cada proyecto, cada crédito y cada apoyo terminaba bajo su control. Mientras los productores veían pasar los años esperando rendimientos, él acumulaba poder y patrimonio. Los módulos, las asociaciones y las empresas de papel funcionaron como engranajes de una maquinaria diseñada para resistir cualquier intento de cambio.

De 2024 a 2025, José Carmen Ortega Bermúdez se involucró con la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México, la CATEM le acercó el poder que necesitaba para que, vinculado al crimen organizado, pudiera tener el poder de presionar a quienes no estaban a su favor.
En La Laguna, todos saben quién manda en el agua. Su nombre no aparece en los informes oficiales, pero está en cada historia de abuso, en cada cosecha perdida, en cada campesino que se cansó de esperar justicia. José Carmen "Carmelo" Ortega Bermúdez no sólo domina los módulos de riego: domina el miedo. Y mientras el Gobernador del estado de Durango se ocupa de pelear con los medios de comunicación que no se le alinean y mira hacia otro lado, el campo sigue pagando el precio.













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